domingo, 24 de mayo de 2009



No he perdido nada

Todavía estoy aquí, el sol gira
a mis espaldas como un halcón y la tierra
repite mi voz en la tuya.
Y recomienza el tiempo visible
en el ojo que redescubre la luz.
No he perdido nada.
Perder es ir al otro lado
de un diagrama del cielo
por movimientos de sueños, un río
lleno de hojas.

(Salvatore Quasimodo, Premio Nobel de Literatura 1959)

jueves, 21 de mayo de 2009

LA VERDAD


Un montón de perdedores, eso somos... buscando situaciones incontrolables.

jueves, 14 de mayo de 2009

Recontra VINTAGE



El pasado no es algo que me mate. Siendo lógicos, sólo los grandes hombres mueren en el pasado y son recordados por sus hazañas a través del tiempo. Los demás mueren en el presente (si acaso existe) y quedan en el olvido. Este no es el caso del Trío La Rosa, una agrupación cubana que mi viejita suele escuchar para ponerse alegre. Dice que mis abuelos también la escuchaban, pero mi abuelo (ahora loco y con problemas de habla) no puede confirmar esa aseveración.
Cómo sea, acá les dejo una de mis canciones favoritas de ese trío excelente, que si fuera músico haría lo posible para remixearla, fusionándola con Hip Hop, Reggaetón y algo de Punk… a veces los abuelos no se equivocan.



Perdonen el mal sonido y la huachafería del video, pero fue el único que encontré en Youtube. Es cierto, había otro mejor, pero no se podía bajar. Sorry. Pueden buscarlo luego para escuchar mejor la música, este sólo es una referencia.

domingo, 10 de mayo de 2009

Jueves 30-04-2009


Desperté a las 9:40 de la mañana con unas ganas terribles de ir al baño. Mi abuelo, por desgracia, se despertó igual. Renegué por esto, por la eliminación de la U en la Copa Libertadores –que es algo por lo que renegaré muchos años más– y porque era muy tarde para salir a correr. Dormí una hora cuarenta de más, una hora cuarenta menos en mi día de descanso. Malos augurios.

Luego de un par de horas –en las que me lavé la cara, los dientes, desayuné, vi un poco de tele y fui a comprar– salí de mi casa convencido de cobrar mi quincena, pagar el recibo de mi celular, llevar el mismo a servicio técnico –desde hace unos días el quipo no lee la tarjeta de memoria– y darle a mi viejo cuarenta lucas para una radiografía que, al parecer, es urgente. Empero, alguien se olvidó de depositar mi dinero y todos los planes se fueron al tacho.

Para no pecar de pesimista ni de pesado caminé hasta el Centro Comercial Arenales, a sólo unas cuadras de donde estaba, pensando que al llegar el mediodía también llegaría mi quincena. Jugué Winning Eleven 2009 –la versión de PS-2 claro, el PS-3 aún no lo entiendo– durante una hora, como lo había hecho la noche anterior. Gané todos los partidos jugando con el Arsenal, al Real Madrid, Barcelona y Chelsea. Luego volví al cajero y aún no me habían depositado. ¡Puta madre!, pensé.

Antes de volver a mi jato dejé mi celular en servicio técnico. Una mujer de evidente ascendencia japonesa –su carné de Claro decía que se apellidaba Arakaki– me dijo amablemente que volviera por el equipo el martes por la tarde. Falta mucho, me dije, pero no importa.

Ya en mis aposentos, recordé haber quedado con una ex enamorada. Llámame a partir de la una, me había dicho. La llamé a las dos y media y no contestó. Le escribí un par de mensajes y tampoco respondió. Los planes seguían yéndose al tacho.

También había quedado con mi psicóloga, que bien podría ser mi paciente o hasta mi enfermedad, pero con ella todo suele ser incierto. Era día de los psicólogos y tenía una reunión temprano con la gente de su universidad.
–Te llamo cuando termine Mongolito –me escribió en un mensaje de texto.
–Ok Mongolita –le respondí, sabiendo que era poco probable que cumpliera lo acordado. Nunca llamó.

En medio de tanta incertidumbre almorcé. La comida estaba excelente. En un momento, que no recuerdo a que hora fue, llamé a un amigo periodista que –gracias a esos beneficios que sólo tenemos los hombres y mujeres de prensa– debía tener dos entradas para el concierto de Oasis, a tribuna claro.
–Quiero ir al concierto y seguro tú vas vender la entrada que te sobra, véndemela a mí, te doy treinta lucas –le dije.
–No, ya las vendí a cincuenta cada una y no pienso ir –me respondió casi desanimándome.

Llamé a otro amigo de la prensa. Este me aseguró que me vendía su entrada pero no puso precio. De ahí vemos tío no te preocupes, dijo y me calmó. Sin embargo, la calma me duró poco: eran ya las 3:30 de la tarde y no me depositaban. Claro, vas a ir al concierto de Oasis pero no tienes como pagar tu entrada, pensaba angustiosamente. Traté de obviar mis pensamientos. A las 4 terminé de leer de Los Detectives Salvajes –lo que merece un texto aparte–, luego me puse a ver tele de nuevo. En el 74 dieron una película de artes marciales titulada Los cinco elementos Ninja. Estaba entretenida y me motivó a hacer un poco de ejercicio. Durante media hora levanté pesas en mi cuarto mientras trataba de entender el argumento de la pela. Sólo conseguí sentirme bien físicamente. Después me bañé.

Antes de huir de mi casa con rumbo desconocido, llamé al banco y al fin me habían depositado. Pagué el recibo de mi celular, retiré dinero para el concierto y arranqué hacia el mismo. Antes compré algunas latas de cerveza que tomé en el camino. Me encontré con Alcides –otro periodista afortunado que había vendido una de sus entradas– y le invité una lata. Mientras esperábamos a Eduardo –el que me vendería su entrada– armé un joint que me quedó excelente. Había un ambiente muy paja cerca del Nacional.

Empezaron a llamarme, primero mi broder Jean Loui y después Eduardo. Aquel me dijo que entraría a tribuna junto con nosotros, este que ya estaba llegando. Motivado por el ambiente llamé a mi Oráculo, quien estaba en camino pero con entradas para una zona mejor.

Tanta chela ingerida empezó a hacerme efecto, así que con Alcides nos fuimos a mear al Cultural de España. Regresando al estadio nos encontramos con una amiga de la universidad. Maestro, me dijo mientras me abrazaba. Luego preguntó si íbamos al concierto. Claro, respondimos al unísono. Llamó Eduardo. Te dejamos, le dijimos a nuestra amiga, quien estaba acompañada de una flaca atractiva y dos tipos monses. Nos vemos adentro.

Ya con Eduardo, tanteamos la posibilidad de entrar como prensa. Una semana antes había triunfado en una empresa similar, pero para ver a B-52 y New York Dolls. En esa oportunidad fui con Javier –otro chismoso con suerte–, que ahora estaba en el concierto de Oasis pero en la zona Wonderwall. Había entrado al Estadio Nacional a las cinco de la tarde junto a una ex amiga lesbiana, la lesbiana más arrecha que conozco.

Tras ubicar la puerta veinticinco, que era por donde se colaban los de prensa, la encargada –que creo era la misma de la semana anterior, una flaquita agraciada y despistada– sólo observó nuestro carnés –el de Eduardo y el mío– y nos colocó una pulsera roja que acaso es el único souvenir que tengo del concierto. Nos dejó pasar a la mejor zona. Alcides, entre tanto, vendió las dos entradas de Eduardo –al final no tuve que comprarle nada para entrar– y se fue volando para su casa: había olvidado su carné.

Cuando Alcides regresó al estadio, los que estábamos volando éramos Eduardo y yo. El joint que había armado durante la espera tenía el grosor necesario y la forma perfecta. Hay que fumarlo, le propuse a Eduardo y él, como siempre, aceptó. Mientras nos proyectábamos tocó Turbopótamos, bebimos cerveza, comimos choripán, nos rompimos el ojo con una flacas excelentes, etcétera… el Edén por sólo un carné de prensa. Estábamos locos.

He aquí lo indescriptible. El día pesado que había tenido, desde que desperté hasta que hice la cola para tantear la posibilidad de ser un suertudo periodista, había terminado por fin. Pero más que eso, había comenzado el concierto de Oasis. Lo único que lamenté –y hasta hora lamento– fue no tener un celular o una cámara a la mano con qué grabar o tomar fotos. En uno de los rincones del cielo –si acaso esta imagen es dable– se alzaba una luna parecida a la del Islam. Era hermosa y justa para este tipo de sucesos. Liam cantaba y Noel confirmaba que mi adolescencia fue algunas veces feliz.

Lo que pasó después sólo lo pueden confirmar quienes asistieron: Wonderwall y Don’t look back in anger siendo cantadas por cuarenta mil personas, la pandereta de Liam volando como un escupitajo sobre el público y luego el propio cantante descendiendo hacia nosotros para darnos la mano: algo que, según sé, sólo había ocurrido en Japón. La imagen que se proyectaba en las pantallas del concierto era lo más tiernamente patético y homosexual que he experimentado en mi vida. Las lágrimas, en complicidad con el colirio y el THC, me nublaron la visión y sentí que desfallecía. Creo que me había dado “La Pálida” producto de tanta ganja. Pero no importaba, podía haber quedado ahí y hubiera sido un final sin reclamos ni resentimientos.
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P.D: La foto que acompaña el texto fue tomada por el buen Giancarlo Tejeda (a) "Efímero", reportero gráfico de Expreso. Ante las salvedades hechas por Javier en su comentario, se ha corregido y puesto en cursivas la inescrutable palabra Wonderwall. Gracias por hacer notar el error, son cosas que a veces se nos pasan.

sábado, 2 de mayo de 2009

Algo que seguro no leyeron



Ex "Rambo" se rayó y lo clavó en la espalda por cuadrar a su hijo

Cochito "faite" metió
cuchillo a pandillero


Indignado porque habían asaltado al menor de sus hijos, un octogenario ex miembro del Ejército se enfrentó cuchillo en mano contra un grupo de pandilleros, dejando herido de gravedad a uno ellos tras clavarle el filoso puñal por la espalda.
El hecho ocurrió la mañana del domingo (26 de abril), poco después de que Pablo Alfredo Rodríguez Quispe (20) saliera de su vivienda ubicada en la cuarta etapa de la urbanización Pachacámac, en Villa El Salvador, con dirección al centro comercial Jockey Plaza donde labora como empleado de limpieza.
“Caminó hasta el paradero Ovalo Chama y allí y lo asaltaron tres pandilleros, luego se regresó a su casa y al poco rato volvió a salir junto a su padre”, indicó un vecino.
Cuchillo para pan
El veterano Alfredo Rodríguez Castillo (85), quien había estado desayunando, llevaba oculto un cuchillo dentado con el que habitualmente corta el pan y fue a exigirles a los maleantes que le devuelvan a su engreído lo que le habían robado.
Fue entonces que el menor Williams R.F. (17) se abalanzó sobre el joven agraviado, sin imaginar que el “indefenso” anciano –en un momento de nerviosismo– sacaría el cuchillo y se lo clavaría en la espalda. Los otros hampones también sufrieron algunos cortes.
Detenidos
Tras el incidente, la policía detuvo al delincuente Nazaret Jesús Pompilla Suni (23) y a Rodríguez Castillo. Sin embargo, este abandonó el calabozo ayer (lunes 27 de abril) por la mañana debido a su avanzada edad.
“Le dieron comparecencia por tratarse de una persona mayor, además sufre de los riñones y no puede estar encerrado” dijeron en la Comisaría de Pachacámac. Finalmente, se informó que en el atraco también participó un sujeto apodado “Tallarín”, cuyo paradero se desconoce. El menor herido, mientras tanto, fue evacuado al hospital de emergencias Casimiro Ulloa y su estado es reservado.
(*) Foto: Luis Borja.